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martes, 14 de noviembre de 2017

Los clientes del cartel de la toga. El Espectador.


Los clientes del cartel de la toga.

Nilton Córdoba, Argenis Velásquez y Alberto Velásquez, salpicados en el cartel de la toga

El exfiscal anticorrupción, Gustavo Moreno, quien se encuentra colaborando con la justicia antes de ser extraditado a Estados Unidos, le dio a la Corte Suprema detalles de los clientes del cartel. Explicó, además, el papel que jugó el exmagistrado auxiliar Camilo Ruiz.
Nilton Córdoba, Argenis Velásquez y Alberto Velásquez.Youtube y archivo
Las declaraciones del exfiscal anticorrupción, Gustavo Moreno, hoy detenido, siguen dando de qué hablar. A la Corte Suprema de Justicia, el abogado que confesó al existencia de lo que ya se conoce como el cartel de la toga, le entregó más detalles de cómo era que esta red criminal, como la calificó la Fiscalía, conseguía clientes, quiénes eran los encargados de pedir sumas millonarias a cambio de dineros, y quiénes los destinados a incidir en los procesos judiciales. (En contexto: Gustavo Moreno agita su ventilador)
En su últimas declaraciones, Moreno reveló más nombres de los que ya se conocían. De acuerdo con su versión de los hechos, los representante a la Cámara, Nilton Córdoba, y Argenis Velásquez, y el exsecretario de la Presidencia del Gobierno de Álvaro Uribe, Alberto Velásquez, le pagaron dinero al cartel de la toga para que les “ayudara” en los procesos penales en su contra. Según la revista Semana, Moreno le contó a la Corte que Córdoba pagó $200 millones al magistrado auxiliar Camilo Ruiz, para evitar una orden de captura en su contra. (Le puede interesar: Investigación contra Gustavo Moreno por corrupción aterrizó en la Corte Suprema)
Dos de los cinco procesos que el alto tribunal tiene en contra del representante están en el despacho del también cuestionado magistrado Gustavo Malo, quien enfrenta un proceso en la Comisión de Acusación por su supuestos vínculos con el cartel. Moreno agregó que el hoy detenido exmagistrado Francisco Ricaurte fue quien el advirtió a Córdoba que su captura era inminente y que debían empezar a trabajar, y fue el quien sugirió pedirle ayuda al exmagistrado auxiliar Ruiz para intervenir en el proceso sobre unas supuestas irregularidades en la construcción de un proyecto cuando estuvo en la alcaldía del Medio Baudó.
“Camilo (Ruiz) sabe que yo tengo oficina con Pacho (Ricaurte) y le digo: ‘Camilo necesitamos que nos ayude porque la idea es que no capturen a Nilton. Él me responde: ‘Yo ayudo pero ayúdenme’. Entonces se pactan con Camilo $200 millones que me entrega Nilton Córdoba y yo le entrego a Camilo Ruiz. Era para que no resolviera situación jurídica con detención”, explicó Moreno en su declaración ante la Corte. Después de una negociación entre Córdoba y Ricaurte, el exfiscal aseguró que el congresista terminó pagando $460 millones, de los cuales $260 millones habría recibido el exmagistrado Ricaurte. (Le puede interesar: Francisco Ricaurte, del cielo al infierno)
Córdoba le explicó a la revista Semana que sí habló con Moreno y que este le pidió $1.200 millones pero no para el cartel de la toga sino para que ejerciera su legítima defensa. "190 millones de pesos los entregué en la oficina. Posteriormente, entregué 100 millones en la Universidad El Rosario, donde dictaba clases, y el resto, 100 millones, los envié con unos de mis funcionarios, Yefry Perea”, explicó el representante, quien añadió que en ningún momento hizo negocios con Moreno o pagó dinero para “comprar la conciencia a algún  magistrado.
En cuanto al caso de Argenis Velásquez, representante por Putumayo,Moreno explicó que en su caso había diferencias con los del los senadores Álvaro Ashton y Musa Besaile, ambos salpicados por haber pagado dinero al cartel de la toga. La revista Semana asegura que entre Moreno le pidió $380 millones para que este ejerciera su defensa ante un caso en la Corte Suprema. “En este caso estaba lista la captura, había prueba para ello. Francisco (Ricaurte) me dice que si no reestructuramos, la capturan. Entonces hicimos lo mismo, demorar, dilatar, practicar unas pruebas para buscar que le resolvieran sin detención”, explicó el exfiscal.
En este caso, nuevamente, el papel de Camilo Ruiz habría sido clave pues, supuestamente, fue él quien, después de hablar con Moreno, no emitió la orden de captura. El caso entre la representante y el cartel terminó de manera abrupta pues Ricaurte le habría pedido más de $800 millones, dinero que, según el exfiscal, no podía pagar. El exfiscal le confesó a la Corte que no sabe cuánta plata alcanzó a pagar Velásquez, pero que era probable que parte de esa suma la hubiera recibido Ruiz. Después de este caso, dice Semana, Ruiz salió del alto tribunal. (Lea también: ¿Hasta dónde llegó la corrupción en la justicia?)
Sobre el expediente de Alberto Velásquez, la historia es completamente diferente. El exsecretario de la Presidencia fue condenado en 2015 a cinco años de cárcel por el escándalo conocido como la Yidispolítica y, cuando los miembros del cartel de la toga se dieron cuenta que no había nada que hacer para evitar la sentencia condenatoria, cambiaron el catálogo de sus servicios.
"Alberto Velasquez llega a la oficina, Pacho (Ricaurte)me dice ‘reciba a Alberto’. El compromiso del doctor Francisco es darle información y evitar en la medida de lo posible una decisión desfavorable. Me llamó la atención y le dije a Francisco: ‘Qué vamos a hacer si eso está al despacho para fallo, pero además no lo tiene Malo, lo tiene (José Luis) Barceló”, señaló Moreno en la Corte, quien añadió que Velásquez habría pagado $300 millones por una asesoría en la que pactó que le entregaran información que solo podía escucharse en los despachos del alto tribunal.
Velásquez el dijo a Semana que le sorprenden las declaraciones de Moreno pues lo que pactaron fue una asesoría sobre temas puntuales. Agregó que nunca habló con magistrados de la Corte  y que le pagó al exfiscal a través de un solo cheque de $150 millones. Además de estas declaraciones, Moreno estuvo esta semana en la Comisión de Acusación de la Cámara en donde se adelantan procesos en contra del exmagistrado Leonidas Bustos y el hoy magistrado Gustavo Malo. Se trata de versiones fundamentales para esclarecer cómo la red de corrupción se tomó varios despachos del alto tribunal y que son claves obtener antes de que el exfiscal sea extraditado.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Corrupción en la Política Colombiana. La confesión de Otto Bula. EN BUSCA DEL PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD

Corrupción en la Política Colombiana.

EN BUSCA DEL PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD

La confesión de Otto Bula

Las capturas de los últimos días en el escándalo Odebrecht tienen una razón: el exsenador prendió su ventilador y salpicó a más de 30 personas y empresas.
El exsenador Otto Bula el día que fue capturado por agentes del Cuerpo Técnico de Investigaciones. / Cristian Garavito
“Los brasileños autorizaron un 4 % del valor del contrato así: 2 % para Bernardo Elías y los amigos de las comisiones de presupuesto que él maneja; un 1 % para Federico Gaviria y para mí, o sea un 0,5 % para mí y un 0,5 % para Federico, y un 1 % para otros políticos que estaba manejando Federico, que siempre me hablaba de Plinio Olano de la Comisión Sexta y Miguel Peñaloza”. En estos términos sintetizó el exsenador Otto Bula lo que sucedió con los dineros de Odebrecht que se pagaron para garantizar una adición para la obra de la Ruta del Sol.
Después de firmar con la Fiscalía un acta de aproximación para la consolidación de un principio de oportunidad, entre el 12 y el 15 de junio, Otto Bula decidió confesar todo lo que supo sobre los sobornos de Odebrecht en Colombia. Esa larga declaración conocida por El Espectador, en buena medida explica las capturas e imputación de cargos de los últimos días. Ante dos fiscales, dos integrantes de la Policía Judicial, un asistente del ente investigador y dos abogados de la defensa, el excongresista detalló el rol de los protagonistas del escándalo.
Su relato comienza a finales del año 2011 en Medellín, donde Bula vivía, cuando se encontró con el empresario Federico Gaviria, a quien conocía de tiempo atrás cuando Bula vendía abarrotes al por mayor en su natal municipio de Sahagún (Córdoba). El sitio del encuentro fue el restaurante Pijaos, en el parque Lleras, que era propiedad de su esposa. Ese mismo día conoció al compañero de mesa de Gaviria, el presidente de Odebrecht en Colombia, Luiz Bueno. Buscaban políticos para asegurar una licitación en Pescadero-Ituango.
En adelante siguieron en contacto, pero a finales de 2012 Bula se fue a vivir a Bogotá. Según él, dio la casualidad de que a la unidad de vivienda donde llegó a vivir habitaba también Federico Gaviria, a quien ya relacionaba como un lobista de Odebrecht. Aunque primero Bula se interesó por la forma de estructurar un centro comercial en un lote de Cartagena, después de una estrecha amistad, “casi a diario”, a principios de 2013 Gaviria le planteó el tema de la adición al contrato de la Ruta del Sol tramo II, Ocaña-Gamarra.
El objetivo de Federico Gaviria era buscar influencias políticas para garantizar la adición de la obra, aunque ya estaba manejando la Comisión Sexta, a través del senador Plinio Olano. Sin embargo, recalcó Bula, necesitaban fuerza en las comisiones de presupuesto para que le ayudaran con los vistos buenos del Ministerio de Hacienda. Cuando la Fiscalía lo interrogó si sabía de algún otro político que venía trabajando en el tema, Bula contestó que el exministro de Transporte Miguel Peñaloza ayudaba con reuniones políticas.
Entonces Bula buscó a su amigo Bernardo Ñoño Elías y le explicó que Odebrecht estaba interesado en una adición sin licitación pública, pero necesitaban quien empujara el tramo Ocaña-Gamarra. De esta manera, en su propia casa en Chía (Cundinamarca), reunió a Federico Gaviria y Bernardo Elías. En dicho encuentro se habló del mejoramiento de las condiciones contractuales y Elías comentó de manera explícita que podía hacer un trabajo porque él tenía llegada a Luis Fernando Andrade, presidente de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI).
El senador Elías planteó que con unos colegas hacía el trabajo por el 4 % del valor del contrato. Federico Gaviria contestó que no creía que Odebrecht pagara ese porcentaje, pero que iba a hablar con el nuevo presidente en Colombia, Eleuberto Martorelli. Al tercer día de la reunión, Gaviria buscó a Bula y le dijo que Martorelli había autorizado el pago. 2 % para Bernardo Elías, 1 % para Gaviria y Bula, y 1 % para los políticos que manejaba Gaviria. Éste, según Bula, siempre le habló de Plinio Olano de la Comisión Sexta y Miguel Peñaloza.
De esta manera, comenzaron a hacerse reuniones en casa de Bernardo Elías. El exsenador Bula resaltó que no es como dice Luis Fernando Andrade, que fue una reunión de 10 minutos, sino cuatro o cinco comidas para organizar el precio y determinar las condiciones del contrato. En la gestión del senador Elías no solamente hizo parte la Comisión de Presupuesto, sino la Subcomisión de Crédito Público. Interrogado por la Fiscalía sobre nombres, Bula precisó: “Sí, él me habló de Antonio Guerra, que ayudaba en eso, más que todo”.
“Sé que Bernardo hablaba mucho con el director nacional de presupuesto” y con una funcionaria del Ministerio de Hacienda, que era el enlace con la Comisión de Presupuesto del Congreso. Elías tenía que presionar para sacar adelante el tema y, según Bula, en ocho meses ya estaba listo el Confis y el Conpes. La obra se concretó y, además de Odebrecht y Corficolombiana, apareció la empresa Sion, que pagó unos movimientos de tierra por $10.000 millones para una obra en la vía. Era una empresa de un paisano de Sahagún.
Aunque el representante legal de Sion es Mauricio Vergara -capturado este viernes-, el personaje clave era Dumar Lora, también de Sahagún, amigo de confianza de Bernardo Elías. En su confesión, Bula manifestó que Vergara y Lora le hicieron un favor a Elías, pero ni sabían de qué era el dinero y no se ganaron ni un peso. No obstante, fueron $10.000 millones sin hacer nada de obra. La Fiscalía le preguntó si el representante de Corficolombiana José Elías Melo sabía del tema. Bula respondió: “Claro que tiene que saber”.
“Tenía pleno conocimiento de todo lo que se estaba haciendo pagando estos favores, estas coimas, estos sobornos, no se cómo lo llamen ustedes, porque se necesitaba el visto bueno de ellos para girarle”, añadió Otto Bula. En cuanto a Plinio Olano, el declarante indicó que visitaba a Federico Gaviria en su casa, pero se anunciaba a otro constructor que vivía ahí. Ante la aseveración de uno de los fiscales de si a través de un contrato con la firma Profesionales de Bolsa le pagaron a Olano, Peñaloza y Gaviria, el exsenador confeso manifestó: “Exacto”.
Luego se refirió a dos contratos más con la empresa Consultores Unidos, de Eduardo Zambrano, conseguido por Eder Ferracuti, presidente de la Concesionaria Ruta del Sol. Fue un contrato por $3.000 millones que se hizo a través de la empresa de Mauricio Bula Jaraba, según Bula, un muchacho a quien él engañó, pero que le hizo el favor. De ese contrato quedaron unos $900 millones para Bernardo Elías, cuyas entregas se hacían a través de su prima Básima Elías, utilizando también a un trabajador de Bula llamado Édgar Penverti.
En medio del interrogatorio para esclarecer cómo se pagaron las coimas en relación con Odebrecht y la adición de la Ruta del Sol, la Fiscalía indagó a Bula sobre el papel del asesor de la ANI Juan Sebastián Correa. El declarante afirmó que era el que llevaba y traía razones, el puente entre unos y otros. “Si Martorelli necesitaba hablar con Andrade, entonces Juan Sebastián le decía: jefe, que el senador Elías le manda a decir que Martorelli lo necesita”. Además, era el que coordinaba las comidas con Bernardo Elías. “Él también iba”.
Bula admitió que conoció a Juan Sebastián Correa a través de Bernardo Elías y que se lo puso al servicio para la comunicación y el trabajo que tuvieran con la ANI. Después se volvieron muy amigos. Incluso cuando la Fiscalía le preguntó si el contacto Juan ANI descubierto en su celular era Juan Sebastián Correa, contestó: “Sí señor”. Era amigo de muchos congresistas. Según aseguró Bula, único funcionario de la ANI con el que tuvo contacto. A pesar de la insistencia de la Fiscalía, insistió en negar aproximaciones con Luis Fernando Andrade.
Lo que sí se enteró fue de las reuniones de Andrade con Elías, y lo sabía porque él prestaba a un muchacho para que cocinara y a Andrade había que hacerle comida especial porque era vegetariano. Bula aclaró que facilitó los servicios del chef 15 o 20 veces, pero que las reuniones de Andrade con los brasileños pudieron ser cinco o seis. A la pregunta de la Fiscalía sobre entregas de dinero a Andrade, contestó: “Hay solamente un chat de Elías que dice que apure a los cariocas porque Luis Fernando Andrade le está cobrando”.
En el extenso interrogatorio a Otto Bula, el excongresista dio dos nombres más: el abogado Yesid Arocha, de quien dijo que después de 20 años trabajando con Odebrecht debe conocer los pormenores de todo lo que sucedía; y el exministro Andrés Felipe Arias. Sobre este último indicó que Federico Gaviria le dijo que le ayudaba con un sueldo, que era un hombre cercano a Odebrecht y que esta firma le tenía como una gratificación. Lo cierto, explicó Bula, es que Arias era muy amigo de Federico Gaviria, “creo que del colegio”, puntualizó.
La fase final de la primera confesión de Otto Bula fue para indagar sobre US$4 millones recibidos de Odebrecht. El exsenador se ratificó sobre la forma que su amigo Víctor López le facilitó su cuenta bancaria para recibir el dinero. La misma historia según la cual Martorelli le pidió que le entregara un dinero a Andrés Giraldo para un negocio que tenía con Roberto Prieto. Bula insistió que Giraldo le pareció un paisa agradable y que fueron $610 millones en una maletica, y que en una segunda reunión, cuando salía entraba Roberto Prieto.
El declarante agregó que Juan Sebastián Correa y Andrés Giraldo se conocían, “y le hacía también de pronto los mismos mandados que nos hacían a nosotros en la ANI”. Después se enteró que Giraldo entraba a la ANI “como perro por su casa”, que se reunía con todos y que era amigo también de Martorelli, “y del otro”. En cuanto a los contratos para Navelena, Bula manifestó que no tuvo ningún conocimiento y que más bien supo de la gente de Afavías, una empresa portuguesa que buscó para que se quedara con las acciones de Odebrecht en Navelena.
En términos generales, las 61 páginas de la primera confesión de Otto Bula en el contexto del acta de aproximación para un preacuerdo, son una caja de sorpresas con muchos nombres inéditos y empresas en Colombia y en el exterior como Unión Temporal de Inversiones Pallivon o Torreza. En esencia, el excongresista busca demostrar que fue un intermediario que quedó en medio de poderosos de Colombia y la gente de Odebrecht, pero que no es el personaje que han presentado como el orquestador de los sobornos. Hay otros más poderosos que quiere ayudar a encontrar.
Lo que viene en la semana que comienza
En desarrollo de las 15 líneas de investigación que adelanta la Fiscalía en el caso Odebrecht y que en el transcurso de la semana generó la captura del senador Bernardo el Ñoño Elías y del empresario de Sahagún Mauricio Vergara, quien habría prestado su empresa Sion para pagar sobornos de la multinacional, esta semana que comienza vienen nuevas diligencias judiciales.
Mañana se tiene prevista la audiencia de imputación de cargos contra el presidente de Corficolombiana, José Elías Melo, señalado por Otto Bula de conocer todos los negocios en el caso. El próximo viernes 18 de agosto se llevará a cabo la audiencia de acusación contra el exviceministro de Transporte Gabriel García, primer capturado y otro ventilador del caso. Ese mismo día las exministras Gina Parody y Cecilia Álvarez deben rendir interrogatorio según decisión de un fiscal delegado ante la Corte.
En cuanto al empresario Eduardo Ghisays, éste tiene programada audiencia de acusación para el jueves 24 de agosto.

Corrupción en la Política Colombiana. Quién es Otto Bula, el excongresista capturado por el caso Odebrecht?

Corrupción en la Política Colombiana.

Quién es Otto Bula, el excongresista capturado por el caso Odebrecht?

Este liberal cordobés fue socio político de Mario Uribe, primo de Álvaro Uribe condenado por parapolítica.
cortesía, Revista Semana.
Otto Bula fue, hasta hace unos 15 años, un político muy importante en el mapa electoral de la Costa Caribe. Este hijo de Sahagún (Córdoba), dice hoy la Fiscalía, recibió entre 2013 y 2014 un porcentaje de un soborno por US 4,6 millones por parte de la constructora brasileña Odebrecht. Pero, antes de involucrarse en el mayor escándalo de corrupción que hoy sacude a Latinoamérica, Bula era reconocido por otra razón: haber ocupado la curul de Mario Uribe, el primo del expresidente Álvaro Uribe, quien salió del Congreso con una investigación a cuestas por parapolítica que luego lo llevó a una condena de siete años y seis meses de prisión.
En 2002, el entonces congresista Mario Uribe multiplicó sus votos en los municipios cordobeses de Sahagún, Montelíbamo, Planeta Rica y Chinú, según la Corte Suprema, gracias a las alianzas forjadas con políticos locales como Otto Bula, quien fue suplente de Uribe en el Congreso entre 1998 y 2002 y también entre 2002 y 2006. Después de las elecciones de 2002, Otto Bula se desvaneció del mapa electoral, pero no del de los escándalos. En 2010, por ejemplo, en una corte estadounidense, el narcotraficante Juan Carlos "El Tuso" Sierra acusó a Bula de haber sido testaferro de Mario Uribe.
Para esa época, los intereses de Bula estaban lejos de los comicios electorales: en las tierras de los Montes de María. Como representante legal de La Agropecuaria El Central, compró miles de hectáreas en esa región que, en la década de los 90 y a principios de este siglo fue azotada sin piedad por la violencia guerrillera y paramilitar. En 2013, de nuevo apareció mencionado en una investigación: dos propiedades que salían a su nombre, al parecer, estaban relacionadas con los narcotraficantes Ignacio y Juan Fernando Álvarez Meyendorff. 
Ahora, un señalamiento más se le vino a Otto Bula: el proceso por la corrupción que fomentó Odebrecht en varios países del continente, incluido Colombia. La Fiscalía le va a imputar cargos por cohecho (soborno) y enriquecimiento ilícito, pues el excongresista habría sido contratado por Odebrecht en 2013 para conseguirle una adición para su contrato del Sector 2 de la Ruta del Sol que consiguió en 2009, al parecer, también con sobornos al entonces director encargado del Instituto Nacional de Concesiones, Gabriel García Morales. Según la Fiscalía, a Otto Bula le pagaron parte de un soborno de US $4,6 millones para que esa adición tuviera condiciones que favorecieran a Odebrecht, como aumentar el valor de los peajes vigentes.

Corrupción en la Rama Jurisdiccional del Poder Público. Una red que conmociona a la justicia. El Espectador.

NO PARAN ESCÁNDALOS EN PODER JUDICIAL

Una red que conmociona a la justicia

Al menos desde 2004, en la cúpula se mueven intereses políticos y económicos que muestran por qué hoy la justicia está en su peor momento.
Luis Gustavo Moreno, exdirector Anticorrupción de la Fiscalía, solicitado en extradición por EE. UU. / El Espectador
Desde la captura del exdirector Anticorrupción de la Fiscalía Luis Gustavo Moreno, la justicia enfrenta el peor momento de su historia. Por ahora compromete a los exmagistrados de la Corte Suprema Leonidas Bustos y Francisco Ricaurte, pero cada día surgen nuevos nombres y situaciones que dejan ver cómo el entramado de clientelismo político y jurídico fue el asunto de fondo que fue alentando la crisis que hoy vive el Poder Judicial. Un viaje al pasado reciente permite entender buena parte de los hechos que hoy escandalizan.
En el año 2004, cuando ya estaba en marcha en el Congreso la idea del gobierno Uribe de la reelección presidencial, en la Corte Suprema comenzaba a formalizarse una transición rodeada de intereses políticos. Entre otros relevos, ese año llegó al alto tribunal el exjuez cartagenero Francisco Javier Ricaurte. El tema crítico era la tutela contra sentencias judiciales que mantenía vivo el choque de trenes con la Corte Constitucional. Un año después, mientras la política ardía, el tema de discusión fue la elección del fiscal general.
El presidente de la Corte Suprema era Carlos Isaac Náder, oriundo del departamento de Sucre, y era el momento en el que el empresario italiano Giorgio Sale se movía como pez en el agua en los círculos judiciales, sin que los agasajados magistrados supieran de sus andanzas en el mundo del narcotráfico y el lavado de activos. La coyuntura de ese 2005 fue la elección de fiscal general para reemplazar a Luis Camilo Osorio, y, después de dos rondas de votación en la Corte Suprema, resultó escogido el penalista Mario Iguarán Arana.
En ese momento el tema esencial del país era el proceso de paz entre el gobierno Uribe y los grupos de autodefensas, y el Congreso le daba forma a la Ley de Justicia y Paz, cuyo borrador había sido preparado por Iguarán, cuando oficiaba como viceministro de Sabas Pretelt en el Ministerio del Interior. Sin embargo, desde la posesión del fiscal Iguarán comenzó el rumor de que, al margen del elegido, el paramilitarismo había pagado $5.000 millones para asegurar esa elección, y que magistrados de la Corte habían sido sus receptores.
Del asunto se siguió hablando tras bambalinas e incluso tiempo después las revelaciones de Wikileaks detallaron cómo en abril de 2008 la Embajada de Estados Unidos en Bogotá reportó a Washington los rumores que existían sobre el pago de dineros a magistrados para que fuera elegido Mario Iguarán. En ese momento, Fiscalía y Procuraduría anunciaron investigaciones que nunca avanzaron. Entre otros aspectos, porque desde 2006 el país ya estaba inmerso en el escándalo de la parapolítica y la Corte Suprema era protagonista.
Al tiempo que el alto tribunal comenzaba a capturar congresistas por nexos con el paramilitarismo, también fue aprehendido Giorgio Sale. Esa doble circunstancia atizó el enfrentamiento político entre quienes alentaban las investigaciones de la Corte Suprema contra los parapolíticos y quienes acusaban a los magistrados de nexos con Giorgio Sale. Fue la época en que también salió a relucir el empresario Ascencio Reyes, un lobista de los magistrados que les hacía homenajes a cambio de tener influencia en los círculos de la justicia.
Fue una larga pelea cruzada por nuevos señalados en la parapolítica, que para 2008 ya sumaba la yidispolítica y el duro enfrentamiento entre el gobierno Uribe y la Corte Suprema. Ese mismo año llegó al alto tribunal, en calidad de magistrado, el abogado de la Universidad Libre Leonidas Bustos. Un año después, en medio del escándalo de las chuzadas del DAS que incluyeron a los magistrados de la Corte Suprema, se dio la coyuntura de la elección de nuevo fiscal, que se dilató por la confrontación entre el Ejecutivo y el alto tribunal.
Sólo hasta 2010, ya en tiempos de Juan Manuel Santos, se saldó el tema con la elección de Viviane Morales. En otros escenarios, el país se acomodaba a crecientes poderes. La parapolítica había cumplido su papel ajustador y surgieron nuevos nombres en el poder político. El congresista Musa Besaile pasó de la Cámara al Senado en condición de gran elector desde el departamento de Córdoba; y un año después llegó a esa Gobernación el joven abogado Alejandro Lyons, sobrino del también penalista Luis Ignacio Lyons España.
Ambos se movían en el ámbito del derecho penal. El primero fue defensor de Fernando Ovalle, uno de los cerebros de las chuzadas del DAS, y el segundo en el carrusel de la contratación en Bogotá, cercano a los Nule y al contratista Emilio Tapia. En el ámbito judicial, el magistrado Leonidas Bustos crecía en poder dentro de la Corte Suprema, respaldado por su magistrada auxiliar Luz Mabel Parra. Además, apareció en escena un joven abogado llamado Luis Gustavo Moreno, quien pronto se convirtió en un comodín de la justicia.
A partir de enero de 2011, Gustavo Moreno, también egresado de la Universidad Libre, comenzó a visitar los despachos de los magistrados de la Corte. Hasta 2015 lo hizo 54 veces, 30 de ellas para reunirse con Leonidas Bustos. Al mismo tiempo, entre octubre de 2011 y septiembre de 2016, Moreno fue contratado en siete ocasiones por la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes para brindar asesoría jurídica. En ambos estrados tenía acceso a información privilegiada de los procesos contra los congresistas y los magistrados.
El año 2012 fue una bisagra para todos. Leonidas Bustos llegó a la Presidencia de la Sala Penal de la Corte Suprema. Tras la anulación de la elección de Viviane Morales en la Fiscalía, el alto tribunal escogió como reemplazo a Eduardo Montealegre. Y en aplicación de la fórmula “yo te elijo, tú me eliges”, Francisco Ricaurte saltó a la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, y fue reelecto como procurador general Alejandro Ordóñez Maldonado. El abogado Luis Gustavo Moreno entró en su momento estelar.
Además de asumir las primeras defensas de personajes públicos, en especial de la parapolítica, sin desistir de sus asesorías en la Comisión de Acusación, fue la época en que se convirtió en autor de libros. Primero La casación penal, en 2013, y después El falso testimonio, en 2014, con presentaciones en Bogotá y Cartagena, rodeado de políticos, magistrados, periodistas y altos funcionarios. En una oficina de la calle 84 con carrera 7a. solía reunirse con los magistrados Leonidas Bustos y Ruth Marina Díaz, o el exmagistrado Francisco Ricaurte.
Mientras Gustavo Moreno sacaba adelante defensas como las de los políticos Hernán Andrade o José Rodolfo Pérez, o asumía el espinoso asunto del excongresista Luis Alfredo Ramos en la parapolítica, su amigo Francisco Ricaurte sufría el revés de la nulidad de su elección como magistrado de la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura. En contraste, el magistrado Leonidas Bustos fungía como el poder detrás del trono en la Corte Suprema, y su esposa Martha Cristina Pineda, como la primera dama de la justicia.
En 2015, las fichas del ajedrez político-judicial volvieron a cambiar. En el departamento de Córdoba el abogado Alejandro Lyons terminó su gestión en la Gobernación, pero entró en el radar de la justicia, al ser sindicado de interés indebido en celebración de contratos, peculado, concierto para delinquir o falsedad documental, entre otros delitos. El abogado Luis Gustavo Moreno dividió sus frentes entre la defensa de poderosos ante la Corte, asesoría en la Comisión de Acusación y un contrato otorgado por la fiscalía de Eduardo Montealegre.
Por la misma época, de la mano de Olga Lucía Claros, como enlace del fiscal Montealegre en el Congreso asumió el abogado Juan Pablo Duque. Ambos fueron decisivos para la elección de los magistrados Néstor Osuna y Gloria Stella Ortiz en el Consejo de la Judicatura y la Corte Constitucional. Al tiempo que Luis Gustavo Moreno había llegado a la Comisión de Acusación por el representante a la Cámara de Cambio Radical, Hernando José Padaui, el abogado Juan Pablo Duque pasó a ser secretario de la misma célula legislativa.
En esas maniobras del poder, cuando llegó 2016, todos tuvieron reacomodo. Leonidas Bustos dejó la Corte, pero el presidente Santos ternó a su esposa María Cristina Pineda como candidata a magistrada de la nueva Comisión de Disciplina Judicial, que reemplazó a la Sala Disciplinaria de la Judicatura. Su auxiliar Luz Mabel Parra pasó a ser fiscal delegada ante la Corte con el fiscal Néstor Humberto Martínez. El exdirector del CTI en la era Montealegre, el abogado Danny Julián Quintana se volvió asesor de la Comisión de Acusación.
En octubre de 2016, el fiscal Martínez designó como director Anticorrupción de la Fiscalía a Luis Gustavo Moreno. Con apenas 36 años, en sus manos quedaban los más importantes expedientes. Entre ellos, los 20 delitos que se le imputan al gobernador de Córdoba, Alejandro Lyons. Lo demás es historia reciente y conocida. El pasado mes de julio, el CTI allanó su oficina y fue capturado junto al abogado y suplente en varios de sus casos, Leonardo Pinilla. Las pruebas en su contra las aportó la justicia de Estados Unidos.
Desde entonces es el escándalo de moda y cada día da nuevas sorpresas. De acusado, el exgobernador del Córdoba Alejandro Lyons pasó a acusador, señalando a Moreno y Pinilla de extorsionarlo para ayudarle en su proceso. En medio del revuelo apareció el congresista Musa Besaile denunciando que a él también lo habían extorsionado. Lo mismo dijo la hija del excongresista Julio Manzur. Luego se filtraron conversaciones grabadas por la DEA, en las que Pinilla evidenció nombres que prueban que puede haber más involucrados.
En medio del enredo, la justicia tendrá que dilucidar si fueron cómplices o víctimas. El senador Álvaro Ashton, quien al parecer le pagó a Moreno por sacarlo de líos. Zulema Jattin, que este viernes fue llamada a juicio, pero permanecía a salvo de la justicia. El magistrado de la Corte Suprema Gustavo Malo, supuestamente copiándole a Leonidas Bustos. Alfonso el Turco Hilsaca, procesado por homicidio. Y otros cuantos nombres que dejan entrever que al menos Moreno y Pinilla sí andaban en plan de sacarle plata a todo el mundo.
Claro que en asuntos económicos lo que se ha venido conociendo abre otro capítulo. El senador Musa Besaile afirmó que tuvo que hacer un préstamo para pagar los $2.000 millones que le exigió Moreno, pero ya se sabe que es un auténtico potentado con casi 70 propiedades en varios municipios. Los exmagistrados Bustos y Ricaurte no se quedan atrás, y sus bienes han crecido tanto en los últimos años como los escándalos que hoy cargan a cuestas. Ni se diga del exfiscal Moreno, su socio Pinilla o el exgobernador Lyons, que ahora posa de víctima.
En síntesis, algo huele mal en la cúpula del Poder Judicial, pero es producto de un círculo vicioso con antecedentes. Se ha vuelto a hablar de una urgente reforma a la justicia y se anuncian investigaciones a fondo. Pero en criterio de los entendidos, mientras no se corte el clientelismo entre Gobierno, Congreso, altos tribunales, Fiscalía y Comisión de Acusación, difícilmente podrá superarse el mal momento de la justicia. Ya se habla del “cartel de la toga” y también se dice que los casos de Bustos y Ricaurte son apenas la punta del iceberg.
Las primeras grabaciones de la DEA
A mediados de esta semana se conocieron las transcripciones de las grabaciones supuestamente reservadas que la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos hizo y entregó a la Fiscalía para que adelantara las investigaciones correspondientes dentro del escándalo conocido como “El cartel de la toga”.
En esencia, en las tres conversaciones grabadas por la DEA entre el abogado Leonardo Pinilla y el exgobernador Alejandro Lyons aparentemente se evidencia la cercanía que habrían tenido el magistrado Leonidas Bustos, quien fuera presidente de la Corte Suprema de Justicia, y el extraditable exdirector Aanticorrupción de la Fiscalía Luis Gustavo Moreno.
Las grabaciones evidencian lujosos regalos de apartamentos y carros de lujo al exfuncionario como pago por sus servicios. También se evidencian millonarios pagos espurios por sacar adelante procesos en la Corte, así como negocios del exmagistrado Francisco Ricaurte y de varios personajes.
La confesión del senador Musa Besaile
El congresista Musa Besaile rindió declaración juramentada en la Corte Suprema de Justicia a comienzos de esta semana argumentando que más que investigado fue víctima de extorsión por parte del exdirector Anticorrupción de la Fiscalía Luis Gustavo Moreno. El congresista dijo en el alto tribunal que tuvo tres reuniones con Moreno y que inicialmente la pretensión económica de este último para garantizar que no se hiciera efectiva una orden de captura y se arreglara un proceso por parapolítica en contra de Besaile era de $6.000 millones. Sin embargo, dicha suma fue modificada en una tercera reunión, en donde, según el congresista, Moreno le rebajó a $2.000 millones.
Al respecto, el senador Besaile dijo que al final pagó $2.000 millones en cuatro cuotas a Moreno y habló de la participación de Leonidas Bustos y Francisco Ricaurte. A través de su defensa el congresista indicó que están buscando otros casos de parlamentarios a quienes se les pidió dinero, por eso ahora se considera víctima.