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miércoles, 11 de septiembre de 2019

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Urgente: jueces de toda Colombia reclaman una reforma de la justicia

‘Más de la mitad de magistrados, hoy en altas cortes, nunca han ejercido de jueces’, revela Gossain.
Justicia en Colombia
“Aquí, con mucha frecuencia, no hay luz en todo el día, ni internet, ni computadores ni nada de eso. No se puede trabajar”, dice un juez de un pueblo de la costa Atlántica.
Foto: 
Hernando Herrera / Archivo EL TIEMPO
Por: Juan Gossain
 
07 de agosto 2019 , 07:11 p.m.
“Donde hay poca justicia es un peligro tener razón”, Francisco de Quevedo.

—Queremos que nos oigan –me dice el modesto secretario del juzgado, desde su escritorio–. Nosotros también somos la voz de la justicia. Somos la base. No salimos en la televisión ni nadie nos conoce, pero somos la justicia.

Cuando salgo del humilde despacho del juzgado municipal, me encuentro, al otro lado de la calle, con un hombre gordo y de edad mediana que me está esperando. Me cuenta que se gana la vida vendiendo frutas y verduras en las esquinas. Se queja de lo que está pasando con la justicia colombiana, de los escándalos diarios, de tanta impunidad. “Eso no es justicia”, agrega con una voz angustiosa. “Es la injusticia”. Se le unen dos personas más que también desean opinar.
Es entonces cuando pienso que si en cada esquina de esta pequeña población hay alguien que me quiere hablar del mismo tema, cómo será en las grandes ciudades, en los ascensores, en los buses, en las fábricas. Ha llegado la hora de hablar en serio sobre el tema de la justicia en Colombia. O de la injusticia, para ser exactos.
Comprendo, en consecuencia, que este es el momento propicio para escribir mi crónica sobre la situación del sistema judicial, la que vengo investigando desde hace tanto tiempo. Nunca tendré manera de agradecer toda la colaboración que me han prestado grandes magistrados y jueces anónimos, secretarias humildes y funcionarios encumbrados.

La primera gran sorpresa que me llevo, mientras avanzo en mi trabajo de recoger materiales fidedignos, y de entrevistar a gente responsable, y de consultar documentos confiables, es comprobar de que más de la mitad de los magistrados que hoy integran las altas cortes de Colombia nunca han ejercido de jueces ni en las grandes ciudades ni –menos aún– en las pequeñas y lejanas provincias. Y, entonces, me pregunto yo, acá en la cocina, ¿qué es lo que tanto hablan de la carrera judicial?

Me voy por la orilla de la carretera y al llegar a otro pueblo me dice el juez: “Aquí, con mucha frecuencia, no hay luz en todo el día, ni internet, ni computadores ni nada de eso. No se puede trabajar”. Su secretario, que nos está oyendo, agrega: “Por eso es que vivimos alejados de la realidad social”.
Justicia se pone en marcha
Mientras voy haciendo romería de oficina en oficina, y avanzo en mis pesquisas de periodista, en el Tribunal Superior de Justicia de Cartagena me encuentro con la magistrada Margarita Márquez de Vivero. Ella es uno de los promotores del congreso número 28 de los colegios de jueces y fiscales, que tienen alrededor de cinco mil afiliados en todo el país y se reunirán en Bogotá del 14 al 16 de agosto.

Son las propias bases de ese simposio las que están poniendo en marcha el sistema de justicia. Son los modestos jueces de los pueblos perdidos, los fiscales de barrio, las secretarias anónimas, los citadores desconocidos.

En todo el país funcionan 18 colegios de jueces y fiscales ubicados en los diferentes distritos judiciales, entre montañas y valles, cerca del mar y los ríos, en ciudades industriales y en zonas agrícolas.

Ha llegado la hora de reformar la justicia. Tenemos que enfrentar la realidad.
Primero que todo, la ética
El programa de trabajo del congreso que se reúne la próxima semana empieza por hacer un llamado a la “gran cruzada nacional por el fortalecimiento de la justicia”.

Para lograrlo, dicen ellos mismos, es necesario que los servidores judiciales se comprometan en tres frentes: comportamiento ético en su trabajo, mejorar la atención al público y tomar sus decisiones oportunamente porque justicia tardía no es justicia.

Para lograr esos objetivos –dice la magistrada Bárbara Liliana Talero, presidenta de la Federación de Colegios Judiciales–, tenemos que recordarles a nuestros afiliados que la independencia de la justicia no es un privilegio de jueces, sino un derecho de ciudadanos. Miren ustedes mismos lo que proponen las distintas regiones. Jueces y fiscales de Risaralda prepararon para el congreso nacional un material de trabajo que comienza con una consigna rotunda: “En Risaralda, cero tolerancia con la corrupción”.
‘Moral con alegría’
Ellos mismos agregan que “es necesario hacer visible la corrupción en todas sus formas, creando conciencia entre funcionarios judiciales y ciudadanos de todo lo que es contrario al comportamiento ético”.

Los delegados de Risaralda también proponen un punto fundamental en el que coinciden con sus colegas del resto del país: “Hay que socializar con la comunidad la gestión que cumplen los despachos judiciales”. Y reconocen, con franqueza, que el ciudadano tiene razón cuando critica la tardanza judicial o la absolución de muchos culpables.

El Colegio de Jueces y Fiscales de Buga, que va desde el corazón del Valle del Cauca hasta la costa del Pacífico y un vasto territorio de influencia paisa, propondrá en el simposio de Bogotá que la justicia colombiana acoja el lema “servir con alegría”, respondiendo a la idiosincrasia amable de sus gentes, “pero con una conducta ejemplar de los servidores judiciales”.

Se trata, en resumidas cuentas, de pedirle a la justicia un servicio serio, honrado, de grandes principios éticos, pero con una cara amable.
Sociedad, moral y justicia
Los Colegios de Jueces y Fiscales de Bucaramanga y San Gil también prepararon, por separado, sus planes de trabajo para el congreso nacional. Es la tierra de Santander, la misma región donde los comuneros fueron los primeros en sublevarse contra la injusticia, hace ya 238 años.

Desde Bucaramanga proponen crear un verdadero enlace entre el poder Judicial y la ciudadanía para mantenerla informada de lo que hacen y que sirva de contacto permanente con la comunidad. Y sugieren que para eso se aproveche toda la tecnología moderna. “Es la justicia contra la corrupción a través de la tecnología”, dicen ellos.

En San Gil, por su parte, ya están lanzando un programa especial para convertir a los funcionarios judiciales en “servidores éticos de la justicia”. Están preparando planes de capacitación en ese mismo sentido.
Los viernes de la justicia
En el departamento de Bolívar también, como ocurre en Santander, se han puesto en marcha dos distritos judiciales diferentes. El primero está en la propia capital, Cartagena.

—Para fortalecer la imagen de la justicia –me dice la magistrada Margarita Márquez de Vivero–, ya hemos puesto en marcha varios programas especiales. Uno de ellos consiste en que todos los viernes asisten a dieciséis conferencias grupos de 60 funcionarios judiciales, a los que se les está dando capacitación.

Algo similar está ocurriendo con el colegio judicial que cubre las zonas de Mompox, Magangué y sus vecinos. Allí se celebran talleres educativos y se hacen además reuniones entre los propios servidores judiciales y la comunidad. Ya están listos varios cursos de preparación humana, moral y profesional.

Al otro lado del camino está Barranquilla, cuyo colegio judicial fue el primero que puso en marcha los programas especiales para fortalecer la justicia. El mes pasado lanzaron además una nueva temporada que incluye no solo Barranquilla sino también los circuitos de Soledad y Sabanalarga.
Todos los viernes asisten a dieciséis conferencias grupos de 60 funcionarios judiciales, a los que se les está dando capacitación
...y en Boyacá
Por estos días se están celebrando los 200 años de la Batalla de Boyacá, que le dio la independencia a Colombia. Ojalá que también llegue pronto la independencia de la justicia.

En Boyacá ya está en marcha la divulgación del código de ética judicial y se están preparando encuentros y seminarios para ponerlos en práctica. “Lo que buscamos”, dicen los jueces y fiscales boyacenses, “es reprochar y condenar todas las conductas que enlodan nuestra imagen”.

En los párrafos anteriores pueden ver ustedes, a grandes rasgos y un poco a la carrera, una patente realidad de todo el país: los jueces, fiscales, funcionarios judiciales y sus colaboradores, dispersos por toda la geografía colombiana, están empezando a despertar, alarmados, con la situación de la justicia. Están comenzando a luchar contra esa terrible realidad.

Hay que apoyarlos para recuperar aquello que en la antigua Grecia se llamaba “la majestad de la justicia”, de una justicia honrada, ajena a intereses económicos, políticos o personales. Porque, la verdad sea dicha, aunque nos duela, hoy está preso el hambriento ladrón que se llevó la gallina ajena, pero el relumbrante funcionario que hizo contratos multimillonarios con Odebrecht (o con la salud) se sienta en los clubes sociales y se pavonea en los grandes restaurantes.
Epílogo
Cuando estoy a punto de terminar esta crónica, me llega un mensaje de parte de un antiquísimo compañero de colegio que hoy es juez en un pueblito antioqueño. Se enteró del trabajo que ando haciendo con sus colegas y me manda a decir: “Lo que queremos es que llames la atención de las altas cortes. Nosotros somos los más humildes, y ellos son nuestros líderes. Lo único que les pedimos es que nos den buen ejemplo”.

Y, desde Montería, otro entrañable amigo, médico él, me envía esta nota: “Los romanos antiguos decían que la justicia es el verdadero principio de la civilización. En Colombia, en cambio, estamos volviendo a la Edad de Piedra”.

Lo repito una vez más, y no me cansaré de repetirlo un millón de veces: llegó la hora de ponerle la cara a la injusticia, de reconstruir las ruinas que quedan de la vieja justicia. Ya esto no aguanta más. ¿O qué diablo es lo que estamos esperando? ¿Qué se nos acabe el país? Falta poco…

JUAN GOSSAIN
Especial para EL TIEMPO

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